El mensaje de los viernes: El último adiós



Llegó a casa después de ese último adiós, la sala de su casa no sería la misma, las reuniones familiares no tendrían sentido, mamá se había ido y su tumba parecía ser su último destino. Tomó el viejo álbum de fotos que se encontraba en la mesa al centro de la sala y mientras algunas lágrimas corrían en su mejilla se sentó en el chillante y frío sofá de cuero.

Casi atragantándose por el llanto que llenaba sus ojos, veía cada una de las fotografías. Su mamá había sido diagnosticada con cáncer y la maldita enfermedad la consumió en apenas unos meses. Antes de eso ellos vivían bien, estaban felices, él trabajaba y su mamá siempre tratando de tener todo listo para consentir a su pequeño Juan Carlos, un muchacho de 20 años que ahora se quedaría solo en casa, sus hermanos mayores ya estaban casados.

No son lágrimas de aquel que sufre, son lágrimas de aquel que extraña y ama.

Pasaron 4 meses desde la muerte de doña Estelita, pero para "JuanCa" como le decían sus amigos, el tiempo no había pasado, la seguía extrañando como el primer día. Todos le decían que lo lamentaban, pero que pronto estaría bien, en la iglesia muchas veces le dijeron que "debía estar en victoria", pero él no sentía ninguna victoria en lo que le estaba sucediendo, de hecho no entendía dónde estaba el propósito de Dios en esa situación, en ocasiones sentía que ya no podía respirar, la presión en su pecho era fuerte y lloraba como un niño. Dicen que "el tiempo borra las heridas", pero este muchacho no tenía ningún alivio y los meses seguían pasando.

Una noche de tantas se durmió llorando después de escuchar una canción que su mamá cantaba mientras planchaba: "Que dulces caricias las del Salvador, caricias que llenan mi alma de amor, Su voz me asegura conmigo Él está, estar para siempre por la eternidad". Esa noche sucedió algo que trajo paz a su corazón, soñó que su mamá había llegado a casa, se veía muy bien y le dijo: "No te preocupes por mí, yo estoy bien... papito recordá Tesalonicenses 4:16"... sueño que fue interrumpido por el sonido del despertador. Al levantarse de inmediato buscó su Biblia, quería leer el pasaje bíblico del sueño antes de olvidarlo, buscó en ambas epístolas y supo de inmediato a que se refería. Desde ese momento sintió fuerzas para seguir. Por supuesto eventualmente recuerda a doña Estelita y llora, como todo ser humano que ama y extraña, sin embargo sabe que el panteón no tiene la última palabra.

Perder a un ser querido es una de las situaciones más dolorosas que debemos sufrir, es inevitable. Quizás nuestra almohada ha sido nuestra testigo y ver una fotografía, escuchar una canción o traer un recuerdo llene nuestros ojos de lágrimas, pero no son lágrimas de aquel que sufre, son lágrimas de aquel que extraña y ama, son lágrimas de esperanza porque anhelamos tener la oportunidad de volver a ver a ese ser y poder abrazarlo.

El tiempo no sana las heridas, pero Dios sí puede.

"Porque se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre. Anímense, pues, unos a otros con estas palabras" 1 Tesalonicenses 4:16-18.

"Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren" 2 Corintios 1:3-4.

Julio Calo
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1 Comentarios

  1. Excelente testimonio, me identifique bastante pase por lo mismo inclusive tuve un sueño parecido que despues de eso mi vida cambió, senti en lugar de tristeza una alegría y confiado de que Dios la tenia en su gloria. Es cierto que el tiempo no sana las heridas pero Dios es el único que da las fortalezas para seguir adelante y lo hace de manera inimaginable.

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