El mensaje de los viernes: En el autobús


Se subió al bus que por cierto iba a reventar, los 29° centígrados de ese mediodía se convertían como en 35° dentro del autobús. Como pudo pasó entre las personas «Con permiso, Con permiso» decía mientras se acercaba a la meta, esa era la puerta trasera, allí se sentaba en uno de los escalones y el viaje sería menos agotador.

El calor y el cansancio hacían de las suyas, muchos iban boquiabiertos disfrutando de una deliciosa siesta que solamente el autobús sabe brindar, los que se han dormido en el autobús entenderán. Víctor sacó su teléfono y sacó sus audífonos, los conectó y la música estruendosa comenzó a sonar, los primeros cinco minutos pasaron desapercibidos, pero de allí en adelante algunos despertaron, otros que platicaban decidieron quedarse callados porque la música se había convertido en un terrible ruido entre su comunicación. Todo esto ocurría mientras Víctor con los ojos cerrados disfrutaba cada una de sus canciones.

Cada vez más personas subían al autobús y hasta permanecer de pie se convertía en una hazaña, el calor, el tráfico, la música alta, los gritos de un niño que con llanto demostraba su incomodidad y el piloto del autobús diciendo con fuerte voz «Córranse para atrás por favor, colaboren» hacían de este viaje una pesadilla. El único que parecía estar disfrutando el viaje era Víctor, hasta que una señora se acercó y le dijo: «Joven disculpe ¿será que le puede bajar volumen? o póngase los audífonos por favor» Víctor sorprendido dijo: «Es que no sirven, sólo los traigo de antena» con pena bajó el volumen y la dama le extendió un amable «Gracias».

Así nos pasa, vamos por la vida tratando de disfrutar cada uno de los momentos y eso es perfecto, pero el problema es cuándo nos centramos sólo en nosotros, en nuestro bienestar, en lo que me conviene. Víctor nunca puso la música con mala intención pero mientras el disfrutaba, otros fueron interrumpidos como consecuencia de su acción. Debemos evaluarnos continuamente, porque es probable que durante nuestro caminar diario atropellemos a las personas sin darnos cuenta, con nuestras palabras, con nuestros hechos, con nuestra indiferencia, con nuestro alto concepto de sí mismos. Jesús nos deja el gran mandamiento «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» pero seguido a esas palabras agregó «Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

No podemos y no debemos ir por la vida con los ojos cerrados, con un deleite interno pero ignorando si nuestro accionar bendice o entorpece la vida de los demás. Si intencional o accidentalmente mi "música" o sea mis palabras y mis acciones no ayudan a otros, es necesario dejar de pensar en mi y volverme más como Jesús.

«Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación» Romanos 15:2.

Autor Julio López Carranza
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