Llegamos a casa después de una mañana llena de compromisos, era la hora del almuerzo y nos encontrábamos hambrientos.
La mesa estaba servida pero mi pequeña hija decidió que no quería comer, lo que ella quería era jugar. La tratamos de persuadir pero no cedía, fue entonces que como padre tomé una decisión, yo sabía que ella no había probado alimento así que la tomé entre mis brazos y la llevé a la mesa a comer.
Los primeros minutos fueron de llanto pero el resto fue un tiempo muy agradable, disfrutamos del almuerzo en familia y mi pequeña se acabó TODO lo que había en el plato, definitivamente tenía hambre, hambre que había sido saciada. Ahora satisfechos podríamos jugar.
Cualquiera pudo decir "que malo déjela jugar un momento y que coma cuando quiera", pero ella tiene 2 años y yo entendí que en ese momento lo mejor para ella era comer.
Cualquiera pudo decir "que malo déjela jugar un momento y que coma cuando quiera", pero ella tiene 2 años y yo entendí que en ese momento lo mejor para ella era comer.
Nosotros los adultos actuamos de la misma manera, muchas veces queremos hacer nuestra voluntad por sobre la voluntad de Papá (Dios), él conoce nuestra necesidad y sabe que es lo mejor para nosotros en ese preciso momento.
Decimos "Señor haz tu voluntad, soy el barro, tú el alfarero hazme de nuevo" pero cuando Dios está trabajando y nos lleva a su voluntad no nos gusta porque sólo queremos que él ponga su firma en los planes que nosotros trazamos.
Entendamos que Dios no quiere fastidiarnos, simplemente actúa como un padre amoroso que sabe y quiere lo mejor para su pequeño. Aunque no siempre entendamos debemos confiar en que Él cuida de nosotros con amor, si viene de arriba tiene que ser mejor que lo que nosotros planeamos.
Dios dijo: «Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen: ¡están más altos que los cielos! Les juro que así es» Isaías 55:8-9.
0 Comentarios
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu comentario.