El mensaje de los viernes: Los oídos de Dios



Esa mañana Gustavo llegó más temprano de lo normal a la oficina, se sentó, encendió su computadora, volteó a ver el reloj blanco de pared que está a su espalda y pensó: «Todavía hay tiempo para un cafecito». Sin dudarlo se puso de pie y se encaminó al área de comedor, en su mano llevaba una taza verde que resalta la siguiente leyenda: «Si estás pasando por un infierno, sigue andando» palabras que él sabía fueron dichas por Winston Churchill.

Sirvió un poco de café y se paró frente a una enorme ventana para ver como el sol llenaba la ciudad, mientras disfrutaba de este especial paisaje y daba un sorbo de café alguien le sorprendió por la espalda con una "palmadita" y le dijo «¡Buenos días! que madrugador» se trataba de Verónica ella todos los días estaba desde temprano en la oficina, siempre muy amable, sonriente, pero por cuestiones de horarios casi nunca tuvieron la oportunidad de platicar detenidamente.
« ¿Vas a desayunar?» preguntó ella, «Pues no traigo desayuno, pero con gusto te acompaño mientras me tomo mi café» dijo enérgico Gustavo, se sentaron y Vero amablemente le compartió unos panes para sopear en el café. 

Todo iba muy bien, Gustavo se caracteriza por tener siempre buen humor y las carcajadas no hacían falta, hasta que algo pasó y Vero se quedó callada y sus ojos se llenaron de lágrimas. «Tavo» se dio cuenta de que había un extraño cambio y preguntó «¿Está todo bien?», «¿Tú crees que lo dice en tu taza es posible? porque yo creo que no» expuso la dama. «Pues... (Pensó bien lo que iba a decir y continuó) por la experiencia vivida creo que es necesario seguir adelante aun en medio de los desiertos, en medio de los "infiernos" que muchas veces nos toca vivir» explicó el joven.

Los ojos de Verónica se llenaron de lágrimas y agregó «Perdona que me ponga así» Mientras con una servilleta secaba sus ojos, no quería que el maquillaje se corriera sobre su rostro. «No hay problema, si puedo ayudar en algo acá estoy» se puso en pie, sacó su pañuelo y lo colocó en una de las manos de Vero, llevó una de sus manos sobre el hombro de Verónica con la fuerza necesario, como diciendo no estás sola.

Unos minutos pasaron y ella abrió su corazón, «hace algunos meses las cosas en casa no van como deberían, mi esposo nos dejó y ha dolido mucho, además de que la carga económica debo llevarla sola, lo que gano no alcanza para todo y a veces paso días sin dormir y pidiéndole a Dios que me ayude, siento que el agua llegó al cuello» limpió de nuevo sus lágrimas, Gustavo se quedó mudo durante algunos minutos, continuó «Además no me estás preguntando pero tenía como un año de desayunar sola, y a veces necesitas alguien que te escuche, alguien que te pregunte como va todo. Por eso te agradezco todo lo que ya hiciste por mi» pero si no he hecho nada aclaró Gustavo. «No tienes idea lo que me has ayudado escuchándome, acá la gente te ve y como te ven sonreír creen que llevas una vida perfecta, pensarán que uno está súper bien económica y emocionalmente y si supieran las penas que he estado pasando» después de una breve oración que dirigió Gustavo y un caluroso y necesario abrazo la charla culminó.

Cuánta necesidad hay de personas que sepan y quieran escuchar, personas llenas de amor que estén interesadas en las personas. ¿Alguna vez te has sentido sólo y con ganas de tirarlo todo? te comprendo perfectamente, yo también me he sentido así y muchas veces tampoco encontré a alguien que me escuchara. En el mundo hay tantas personas cargadas de dolor, odio, enojo, frustración, gente que está en depresión deseando quitarse la vida ¿Qué haremos tú y yo? es probable que ahora mismo mientras lees te sientas agobiado y me digas «¿Cómo ayudaré a otros si no puedo con mis problemas?», yo te digo ¡No estás solo! nunca lo has estado y jamás lo estarás, hay un Dios capaz de hacer más ligera nuestra carga y esperando por ti «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» Mateo 11:28.

Y luego, después de sentir nuevas fuerzas por favor no olvides ser esa persona llena de amor que lleva esperanza a otros, y que tiene los oídos de Dios listos para escuchar, dejando por un lado la indiferencia y amando al prójimo como a ti mismo.

«En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes» 1 Pedro 3:8.

Autor
Julio López Carranza
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