¿Y tú eres Judas?

Uno de los suyos lo traicionó, uno tan cercano que pasó desapercibido para el resto del grupo, si los demás se hubieran enterado quién era, lo eliminan de inmediato. Este amigo lo vendió a precio de esclavo, amigo, si es que podemos llamarlo así, él escuchó en vivo la predicación del maestro «Arrepentíos porque el Reino de los cielos está entre vosotros» y aún así su corazón no conoció el arrepentimiento, se enfocaba en cosas más triviales.

Para Jesús no era una sorpresa porque él lo conoce todo y sabía que uno de los suyos sería quien en lo entregaría, sabía que el que metía la mano al plato junto a él sería el artífice del cumplimiento de la profecía. Un día como hoy el maestro fue entregado por Judas, un día como este fue llevado a la cruz y su sangre fue derramada, la más grande muestra de amor fue consumada a través de su muerte «Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna...» Juan 3:16.

Jesús no nació, murió y resucitó para que lo recordemos con melancolía durante tres días, vino a darnos la oportunidad de vivir cercanos al Padre, construyo un puente antes inexistente debido a nuestra pecaminosidad, ahora nosotros debemos decidir si solamente somos fanáticos de lo religioso y tradicional o si somos verdaderos discípulos de Jesús que se arrepienten ante su mensaje «Arrepentíos porque el Reino de los cielos está entre vosotros» o si somos como Judas, que estando cerca de él prefirió ocupar su corazón en otras cosas que nada tenían que ver con la eternidad, vio lo trivial y material y se afanó en su corazón, caminó cerca del maestro, pero su corazón al parecer nunca estuvo cercano ¿Cómo está tu corazón? ¿Estás cercano a Jesús? ¿Estás atendiendo a su mensaje? Cuídate de no ser de los que caminan cerca, pero que el afán de esta vida mantiene lejanos e indiferentes, cuidado porque ese afán termina siendo su propia destrucción.

El mensaje de Cristo también quiere transformarte y darte la oportunidad de recibir el regalo de ser un discípulo suyo a tiempo completo.