El otro día, viendo un podcast de un reconocido youtuber mexicano, me encontré con una entrevista que realizó a un personaje, sus nombres en este momento no son importantes, pero mientras la conversación se desarrollaba salió a luz el tema de la fe y el entrevistador pregunta con un tono despectivo: “¿Eres tú de los que leen la Biblia y se reúnen para cantar canciones a un ser superior”, el entrevistado se pone nervioso y dice: “Pues, si leo la Biblia, pero no es que me la tome muy en serio, yo creo que es importante tener fe, no importa si crees en una papa o en un tomate, solo hay que ser una persona de fe, no soy fanático, pero si creo a mi manera”.
¿Podrías definirte hoy como una persona de fe? Pero no de los que creen en un tomate, o en una papa, tampoco de los que creen que todos los caminos llevan a Dios, porque esa es una manera bastante ambigua de tener fe, es como creer, pero no creer ¿te das cuenta? es una contradicción ¿no?
Entonces ¿eres una persona de fe? de los que creen y leen la Biblia, de los que cantan canciones a un ser superior y que han decidido vivir en integridad y santidad, porque están convencidos de que Cristo resucitó y su Palabra es verdad.
Allá por el siglo II, muchos hombres y mujeres fueron llevados injustamente ante los tribunales ¿Qué cosa tan terrible habían cometido? Plinio describe su delito, en la carta que envió al Emperador Trajano: “Ellos cantan himnos y reconocen que Cristo es Dios, hacen votos de no cometer robo, adulterio u otros pecados”, las personas al frente de las cortes les daban un ultimátum: ¿Niegas a tu Cristo y adoras a nuestros dioses o mueres?
Algunos de ellos al verse acorralados y presionados por el imperio, con cobardía negaban su fe en Dios, maldecían el nombre de Cristo, adoraban a los dioses de Roma y con eso “salvaban” su vida y eran dejados en libertad. Pero había otro grupo de creyentes que habían tenido un encuentro con Dios, de ellos escribe Plinio: “Invocar a otros dioses o maldecir el nombre de Cristo es algo imposible que los verdaderos cristianos hagan”, esos verdaderos cristianos eran incapaces de negar la fe que les había transformado la existencia, estaban dispuestos aún a morir, no era fanatismo, era convicción ¡Cristo había resucitado! y con eso, su esperanza estaba intacta, si Cristo resucitó sus Palabras son verdaderas y se cumplen.
Esos verdaderos cristianos eran incapaces de negar la fe que les había transformado la existencia, estaban dispuestos aún a morir, no era fanatismo, era convicción ¡Cristo había resucitado!
Estos cristianos eran condenados a muerte, ¿te imaginas a aquellos hombres caminando con orgullo al lugar donde serían sacrificados? para ellos era un gran triunfo, no, no era una derrota: “Porque para mí, vivir es servir a Cristo y morir sería una ganancia”.
Si hoy fueras llevado a los tribunales y dijeran de ti: “¿Eres tú de los que cantan himnos y reconocen que Cristo es Dios, eres tú de los que han decidido no cometer más pecados y desean honrar a Dios con integridad y santidad? ¿Qué responderías?
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