¡Soy papá!

Ese día todo cambió, inició en mi corazón un amor que nunca antes había sentido. Tenía ante mí a mi esposa, ella estaba con una sonrisa en su rostro lleno de emoción y en su mano una prueba de embarazo que con dos rayas confirmaba que un nuevo ser venía en camino, fue emocionante, nuevo y mi corazón se enamoró de un ser microscópico en ese momento.

Es maravilloso entender que puedes amar a un ser que no conoces, pero que desde ahora llamas hijo. Ese embrión no necesitó hacer algo para ganarse mi amor, fue instantáneo, con el hecho de ser mi hijo, no era ternura, es amor.


Algunos meses pasaron y supe que sería una princesa, la cual nombramos antes de nacer como Andrea Isabella, hasta le escribí una canción: “Eres fruto de un gran amor, desde el primer momento te amé… Bella Andrea Isabella”.


No puedo explicarlo, pero es un amor distinto, el amor entre un padre y un hijo, no es un amor por mérito o logros, no hubo conquista, no hubo cartas, solo hubo un amor inmediato que no se agota, ese día creo haber comprendido como es el amor de Dios por sus hijos, no necesita que hagamos, no es por mérito, no por logros, Él lo hizo todo para acercarnos “de tal manera amó a las personas del mundo…”


Es un amor distinto, el amor entre un padre y un hijo, no es un amor por mérito o logros, no hubo conquista, no hubo cartas, solo hubo un amor inmediato que no se agota...


Sigo aprendiendo, sigo agradeciendo la oportunidad de mentorear, amar y modelar el amor de Dios a mi hija ¡soy papá! 


P.D. Y desde hace algunas semanas nos enteramos que un nuevo integrante se suma a la familia.

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